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Cuando el lazo afectivo del niño hacia sus padres dismuye.

SINDROME DE ENVIDIA A LA NANA

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SINDROME DE ENVIDIA A LA NANA

La sociedad ha cambiado de manera considerable en los últimos treinta años, y los avances tecnológicos han modificado los hábitos de vida y contrario a lo se pensó al inicio del siglo anterior, tantos inventos no han logrado que el hombre promedio tenga más tiempo para sí y para los suyos.

Escribir al DR. Mauro Hoy

Hoy ricos y pobres no disponen de tiempo, los primeros inmersos en los negocios y cuanta matrafula se amerite para conservar la riqueza y los pobres imbuidos en una faena laboral que no da descanso.

En los países desarrollados, de un momento a otro, la familia comenzó a experimentar fuertes distancias, condicionadas por la nueva estructura social; los padres salen en la mañana y regresan hasta altas horas de la noche, las madres trabajan en su mayoría igual o más que cualquier varón. Es común que ambos desayunen en sus trabajo mientras sus hijos lo hacen en el colegio, de igual manera no comparten el almuerzo y con frecuencia el arribo al hogar es a horas diferentes, de manera que rara vez se cena con los seres queridos.

Esto definitivamente ha minado a esas familias, el tiempo que comparten padres e hijos es ínfimo y funestamente superado por el tiempo que se le brinda a la televisión, a la computadora, a los amigos y desde luego al trabajo y al estudio.

Así algunas familias se han convertido en extraños que comparten la casa en horas de la noche y entre quienes no existe ni la confianza ni la unión que ha de caracterizar los vínculos familiares, hoy muchos confían más en los amigos y en los compañeros que en sus hermanos o sus padres.

Bajo esta nueva involución que está enfrentando la familia, surge en esos países desarrollados una nueva entidad, un nuevo trastorno, el síndrome de envidia a la nana, que consiste en que tanta la madre como el padre han delegado sus funciones parentales en la niñera, que el lazo afectivo del niño hacia sus padres es paupérrimo, mientras que el afecto que le profesa el niño a su cuidadora es enorme.

Es fácil de entender al infante, quien lo cuida, quien lo chinea, quien lo cura, quien lo vela, quien lo atiende, quien lo acompaña a comer, quien le hace la comida, quien lo escucha y quien le ayuda en los deberes de la escuela, no es la madre, no es el padre, sino la niñera.

Antes se creía que los lazos sanguíneos eran suficientes, hoy sabemos que en materia de afecto el cuerpo no importa, lo que importa es el cariño que me profesa, la atención que me prestan, el auxilio que me brindan y muchos padres en esas sociedades se están percatando que sus hijos no son sus hijos, porque ellos nunca asumieron su rol de padres y se limitaron a ser simplemente proveedores.

En esas sociedades, muchos padres reciben sesiones psicoterapéuticas para superar la envidia que sienten por la sirvienta, y es doloroso ver como se le diseñan cronogramas para que programen determinadas horas para estar con sus hijos, y da pena saber que se les instruya en cómo deben comportarse en esas horas compartidas.

Sirva este comentario para todos aquellos que están asumiendo los nuevos estilos de vida urbanos y que de una u otra manera han marginado a la familia de la agenda cotidiana.

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