Conozca mas sobre esta etapa.
SEXUALIDAD DE LA ADOLESCENTE
Tabla de Contenidos
La vida sexual en Occidente inicia en etapas tempranas y de manera apresurada sin que la mujer pueda prepararse para los cambios y retos que implica la actividad coital, de tal forma que es frecuente una enorme y compleja problemática.
La sexualidad implica ante todo responsabilidades. De ahí la importancia de que el individuo pueda responder a esas exigencias, y difícilmente lo logrará una joven que ni siquiera puede mantenerse a sí mismo.
DEFINICIONES
La adolescencia es el período en la vida en el cual se produce una serie de cambios físicos, psicológicos y sociales que transforman al niño en un individuo adulto.
DURACIÓN
Aunque algunos organismos internacionales utilizan rangos etáreos y definen la adolescencia como todos aquellos cambios que suceden entre los 10 y los 19 años, hay consenso en la literatura científica en efectuar conceptuaciones mucho más individuales.
Sin duda, el comienzo de la adolescencia es fácil de determinar porque los cambios físicos son sumamente notorios, por lo que no pasan inadvertidos. Sin embargo, la finalización de la adolescencia en muchas ocasiones es enigmática.
COMPONENTES
El niño experimenta una serie de cambios que podrían dividirse en tres grandes categorías:
• Físicos o biológicos
• Sociales
• Psicológicos
CAMBIOS BIOLÓGICOS
Se denomina pubertad a todos los cambios físicos que le ocurren al niño y que, de manera gradual, lo irán transformando en un individuo con un cuerpo adulto. La aparición de la pubertad varía considerablemente entre un niño y otro, pero, en general, se inicia entre los 8 y los 13 años en la mujer, y entre los 9 y los 14 años en el varón.
Si una mujer no ha iniciado su desarrollo a los 13 años, o ya desarrolló pero no ha menstruado a los 15 años, amerita una valoración médica; de igual manera los varones que, a los quince años, aún no han comenzado los cambios de la pubertad.
PUBERTAD EN LA ADOLESCENTE
Como mencionamos anteriormente, los cambios físicos en la niña se inician, en promedio, entre los 8 y los 13 años de edad y duran 3 ó 4 años en completarse. Por ello, a los 15 años buena parte de las mujeres contará con el cuerpo maduro y sexualmente apto para la reproducción.
Uno de los primeros cambios físicos que aparece es el aumento de la estatura, posterior al cual se presentan la telarca, la pubarca y la menarca.
La telarca es el desarrollo del pecho de la niña, el que experimenta un pequeño aumento inicial y, gradualmente, va configurando el pecho característico de la mujer adulta (ver tabla 20-1).
Meses después de iniciado el desarrollo mamario, empieza la pubarca, que es la aparición del vello púbico. En un principio, el pelo es delgado, fino, poco pigmentado, y paulatinamente da paso al vello grueso, negro y ensortijado característico del adulto (ver tabla 20-2).
Mientras se producen estos cambios, el vello axilar hace su aparición, así como el delineamiento propio del cuerpo femenino e, internamente, tanto los ovarios como las trompas y la matriz van sufriendo modificaciones que les permiten estar a la altura que la reproducción exige.
Una vez que los órganos internos y externos han alcanzado cierto desarrollo, se produce la menarca, que es la primera menstruación, la cual es precedida, durante algunos meses, por un flujo vaginal espeso.
Las menstruaciones durante el primer año tienden a ser muy irregulares, con variaciones significativas en la cantidad de sangre, y esto es simplemente una manifestación de la inmadurez hormonal de la niña. Una vez pasado ese primer año, la menstruación adquiere las características normales, es decir, se presenta cada 28 días, con una duración de 3 a 5 días, con sangre líquida sin coágulos, y no produce dolor, salvo una ligera molestia, y no se acompaña de un olor desagradable.
ETAPAS DEL DESARROLLO DEL PECHO EN LA ADOLESCENTE
Estadío 1 Elevación solamente del pezón.
Estadío 2 Elevación del pecho y del pezón como un pequeño
Aumenta el diametrode la areola. Edad promedio: 9,8 años
Estadío 3 Mayor agrandamiento sin separa el pecho o la areola.
Edad promedio: 11,2 años.
Estadío 4 Montículo secundario de la areola y pezón encima del pecho.
Edad promedio: 12,1 años.
Estadío 5 Recesión de la areola al contorno del pecho.
Edad promedio: 14,6 años
Es importante recordar que, aunque los primeros ciclos menstruales no se acompañan de la ovulación respectiva, en términos generales se acepta que la posibilidad de embarazo está presente desde el momento de la primera menstruación, y más aun cuando han pasado uno o dos años.
ETAPAS DEL DESARROLLO DEL VELLO PÚBICO
EN LA ADOLESCENTE
Estadío 1 Sin vello púbico.
Estadío 2 Vello escaso, largo y pigmentado, sobre todo en los labios mayores.
Edad promedio: 9,5 años.
Estadío 3 Vello oscuro, grueso y ensortijado, distribuido sobre el pubis.
Edad promedio: 11,4 años.
Estadío 4 Vello tipo adulto, abundante pero limitado al pubis.
Edad promedio: 12 años
Estadío 5 Vello adulto, tanto en cantidad como en distribución.
Edad promedio: 14,6 años
CAMBIOS PSICOSOCIALES
La adolescencia es uno de los períodos más conflictivos para nuestra sociedad, pero este conflicto ocurre a expensas de las variables psicosociales, las cuales interactúan de una manera sumamente compleja. Esto significa que el problema reside más en nuestra sociedad que en el adolescente, tal como lo demuestran múltiples estudios transculturales.
Resulta curioso que a la adolescencia se la designa, de manera simultánea, con adjetivos que la califican de manera opuesta. Mientras unos se refieren a ella como una etapa conflictiva, otros hacen mención a la frase “Juventud, divino tesoro”.
Por razones que no son muy claras, la pubertad ocurre cada vez más temprano. Así, las jóvenes que vivieron en los primeros años del siglo XX tuvieron su primera menstruación en promedio a los 15 años, mientras que, en la actualidad, ocurre entre los diez y los once años.
Por otra parte, las condiciones laborales existentes en lustros anteriores le permitían al individuo incorporarse al mercado de trabajo a temprana edad. Muchos varones podían hacerle frente a la vida a los 15 ó 16 años; es más, muchos se casaban y conformaban una familia a esas edades. Para corroborarlo, basta con averiguar a qué edad se casaron nuestros bisabuelos.
En contraposición, hoy la independencia económica y el ingreso en el mercado laboral ocurren cada vez más tarde en la vida. Es mucho más difícil hacerles frente a las necesidades personales, por lo que la dependencia a los padres por lo general continúa hasta los 22 ó 23 años.
Como se observa, hoy la dinámica es sumamente complicada. Nuestros jóvenes maduran físicamente mucho más temprano y se independizan económicamente mucho más tarde. Este lapso abarca entre diez y doce años, mientras que en 1900 era de uno a dos años.
La sexualidad implica ante todo responsabilidades. De ahí la importancia de que el individuo pueda responder a esas exigencias, y difícilmente lo logrará un joven que ni siquiera puede mantenerse a sí mismo. Este es el complejo panorama del joven: tiene un cuerpo que desde los once años comienza a desencadenar deseos sexuales, y una mentalidad que requerirá más de una década para ser económicamente independiente.
Hay que comprender que, antes, la labor de los padres era más sencilla. La niña desarrollaba a los 14 años, y se casaba a los 15. El varón experimentaba su pubertad a los 15 años y, antes de los 17, ya había conformado un vínculo. El período entre la maduración sexual y la maduración psicosocial era sumamente breve, lo cual simplificaba el manejo del adolescente.
Los adultos no sabemos lidiar con estos lapsos tan grandes entre la maduración sexual y la maduración psicosocial; y, desgraciadamente, muchos se cierran al ver la complejidad de la situación y optan por desaprobar la sexualidad del joven, sin percatarse de que una censura familiar es un argumento sumamente débil para la mayoría de los adolescentes.
En estas circunstancias, algunas familias, al no poder ejercer el control sobre el joven, buscan reiteradamente el enfrentamiento, el choque y el conflicto, reacciones que propician que el adolescente vea en su estructura familiar un enemigo y no una fuente de protección y de consejos sabios.
Muchas familias se convierten en una verdadera policía represora, de manera que el adolescente ejerce su vida sexual de manera clandestina, en silencio, lejos del conocimiento familiar y muy cerca de los grandes riesgos que depara la sexualidad a esas edades.
Algunos asumen conductas infantiles y sumisas en el hogar, mientras que afuera ejercen papeles altamente sexuados. Otros no comentan nada y se muestran agresivos cuando la familia intenta inmiscuirse; y no es raro encontrar aquellos adolescentes que fingen indignación porque la familia les hace cuestionamientos sexuales.
Sin embargo, el asunto es aun más complejo, en el sentido de que la sociedad juega un papel propiciador de la vida sexual del adolescente. Las películas, las revistas, los periódicos, la publicidad, Internet, vapulean constantemente al joven con temas sexuales, y le hacen creer que se está perdiendo de mucho por no iniciar su vida sexual; o, como lo expresan muchos adolescentes: “uno se siente tonto si no lo hace”.
Lamentablemente, ante esta situación nuestras escuelas y colegios continúan debatiendo cuándo, cómo y de qué manera debemos darles educación sexual a los jóvenes; concentran su instrucción en aquellas partes técnicas de la sexualidad y rehuyen los aspectos útiles que el adolescente requiere con urgencia para defenderse de una cultura que lo conduce inevitablemente hacia la vida sexual. Varios estudios nacionales demuestran que el colegio y la escuela no son considerados por los estudiantes como una fuente del conocimiento sexual.
Esto nos hace ver que el problema no es el adolescente. El problema de la sexualidad en la adolescencia es la visión distorsionada e irresponsable por parte de la sociedad que, por un lado la propicia, y por otro la censura; que por un lado peca por omisión, y por otro juega el papel de justiciero. Es decir, nuestra sociedad y nuestro sistema han demostrado ser muy malos para instruir, pero muy buenos para castigar.
Un cuerpo que exige, una familia que débilmente censura, una sociedad que empuja y una escuela que se abstiene, son el caldo perfecto para una debacle sexual. Y decimos debacle porque los estudios son claros en señalar que los adolescentes viven situaciones sumamente apremiantes, muchas de ellas producto de la sexualidad irresponsable.
ASPECTOS PSICOLOGICOS
Los cambios biológicos suceden de una manera relativamente rápida, mientras que los psicosociales son mucho más graduales. Esto condiciona que aunque la niña ostente el cuerpo de una mujer adulta, todavía tenga una forma de pensar y de comportarse sumamente infantil.
Por otra parte, los cánones de belleza imperantes en nuestra cultura colocan a la mujer joven y sumamente joven en la cima de la atracción, de manera que, tras ella, hay miles de varones al acecho, y no solo adolescentes, sino también hombres adultos de mucha mayor edad.
A esto se suma el hecho, mencionado anteriormente, de que muchas de nuestras familias no saben cómo lidiar con la adolescente y, en vez de acercarlas al núcleo familiar, más bien provocan amargos distanciamientos que llevan a la joven a buscar, fuera del hogar, el cariño, el apoyo y la comprensión tan necesarios en esta etapa.
En contraposición, fuera del hogar la joven encuentra un trato preferencial y una enorme aceptación por parte de los numerosos pretendientes. Claro está, difícilmente un varón adulto o mayor se relaciona con una adolescente para conformar un proyecto de vida; rara vez el adulto pretende hacer de su joven conquista su compañera de vida, tal como lo espera o lo cree la joven. La expectativa es estrictamente sexual y de muy corto plazo, sobre todo porque muchos de estos hombres son casados y tienen hijos, por lo que su generosidad y complacencia con la joven responden a un interés sexual y no afectivo.
Para optar por una relación emocional, la adolescente comienza a asumir una serie de posturas y de actitudes que simulan las de una adulta o, al menos, que la diferencien de una niña. Por ello, utiliza ropas, maquillajes y un lenguaje que esté de moda en jóvenes mucho mayores o en adultos. Esto también resulta impactante para la familia, que ven cómo la menor “se está metiendo a grande” y se priva del desarrollo natural y sano que implica ser joven.
En algunos casos, muy dolorosos, la familia propicia estas actitudes con el deseo de casar pronto a la hija y disminuir la posibilidad de que se vaya a embarazar soltera. Quizás esto sea más frecuente en familias rurales y tradicionales.
RIESGOS DE LA ADOLESCENTE SEXUALMENTE ACTIVA
Estas jóvenes se exponen a una serie de riesgos que pueden perdurar a lo largo de la vida, producto de una vida sexual apresurada, inestable y poco responsable, típica de una persona que, aunque ya cuenta con un cuerpo adulto, todavía carece de una mentalidad adulta. Tal como lo menciona Richard Perkins, “lamentablemente, como con muchas habilidades naturales, la capacidad para ejercerla llega antes que la capacidad para regularla”.
La mayoría de las jóvenes en nuestros países está iniciando la vida sexual a temprana edad, y una cantidad considerable ha tenido tres o más compañeros sexuales antes de los 18 años. Además, la inmensa mayoría de las relaciones sexuales ocurre sin ninguna protección anticonceptiva y en situaciones poco aptas para la sexualidad.
Esto produce graves efectos. Por un lado, el mantener relaciones con varias personas, por razones culturales tiende a dañar la autoestima de la joven; más aun cuando en el grupo de amigos se ha creado una imagen de chica fácil o de “zorra”, situación que resulta muy difícil de superar para la joven.
Además, la vida sexual sin preservativo la expone al riesgo de contraer una enfermedad de transmisión sexual, con el consecuente deterioro de su autoestima, y en algunos casos puede dañar permanentemente la fertilidad, lo cual representa todo un sisma psicológico.
El desempeño sexual de la joven puede quedar lesionado por mantener una vida sexual en condiciones poco propicias. Las escenas sexuales tienden a ocurrir al aire libre, en automóviles, en cines, o en la casa, de manera apresurada, mientras los familiares están ausentes. La tensión que implica ser sorprendidos y la escasa cantidad de tiempo del que disponen para el preámbulo y el deleite sexual, condiciona frecuentemente disfunciones sexuales.
Todas estos factores producen un enorme daño emocional que conduce hacia el uso de drogas, ya sea licor, tabaco o drogas mayores, y algunas jóvenes hasta optan por el suicidio. Curiosamente, la población general desconoce que el suicidio es una verdadera amenaza para nuestros jóvenes, y cree que los asuntos emocionales a esas edades son de “color de rosa”.
De igual forma, las relaciones sexuales sin protección anticonceptiva la exponen al riesgo de embarazo, condición por la que muchas mujeres troncan sus estudios y, una vez pasado el embarazo, se ven obligadas a trabajar como mano de obra no calificada. Por consiguiente, el bajo ingreso económico no les alcanza para enfrentar los gastos que implica tener un recién nacido, de manera que recurren a la ayuda familiar.
Otras embarazadas optan por el aborto, lo cual, a criterio de los autores, es la peor decisión en estas circunstancias, debido a los graves problemas psicológicos y morales que le acarrea a la joven.
La dinámica de la joven embarazada es sumamente difícil porque, como mencionamos al inicio, esta mujer todavía no tiene una mentalidad de adulto; por ello, enfrentar la maternidad es un reto muy grande, más aun cuando no cuenta con la ayuda del varón, quien, en la mayoría de los casos, se desvanece sin asumir ni siquiera las responsabilidades económicas. Afortunadamente, las nuevas legislaciones permitirán a los niños de estas madres contar con la ayuda económica de los inconscientes padres.
El embarazo de una madre joven y soltera ocasiona un caos familiar. Sus padres tienen que asumir las erogaciones económicas, lo cual en muchos hogares representa una disminución en el nivel de vida. También, es frecuente que la abuela deba cuidar a la criatura mientras su hija trabaja o termina los estudios, situación que implica todo un sacrificio, porque ser abuela es algo sumamente reconfortante, mientras que ejercer el papel de madre es desgastante, sobre todo en la quinta o sexta década de la vida.
Además, la familia queda con un enorme temor de que la hija se vuelva a embarazar, por lo que ejecuta un trueque operacional, es decir, le dice a la hija: “Te ayudamos pero ahora tienes que obedecer las reglas de la casa”, dentro de las cuales se incluye, por supuesto, no tener ninguna relación afectiva o erótica. Desafortunadamente, un porcentaje de estas mujeres vuelve a embarazarse, lo cual vuelve más conflictiva su vida y más comprometido su futuro.
LOS ADULTOS Y LOS JÓVENES
Siempre hemos dicho que el problema de los adolescentes radica en que imitan a los adultos. Prácticamente no hay un solo problema en esta etapa que no tenga su equivalente en los adultos. De manera que resulta muy ingenuo señalar a los adolescentes como un grupo problema. El problema es social.
Si hemos enumerado la paternidad irresponsable, el embarazo no deseado, el aborto, las disfunciones sexuales, el alcoholismo, el tabaquismo, la drogadicción, las conductas temerarias, los desplantes de virilidad, la jactancia sexual, como parte de los problemas de los adolescentes, debemos reconocer que estos son, precisamente, los males que padecen nuestros adultos.
Ubicar la adolescencia como una etapa crítica es una forma de obviar que vivimos en un medio social que no ha logrado aumentar la calidad de vida de sus habitantes, y que los progresos que logramos tienden a efectuarse en áreas económicas pero no en las áreas vivenciales. Además, las naciones más desarrolladas muestran en la dinámica de la adolescencia sus pies de barro, al ostentar problemáticas similares o, en algunos casos, peores.
Por otra parte, todos estos problemas que nos afectan a nosotros y a nuestros jóvenes, no respetan ninguna barrera social o económica, es decir, se presentan por igual en todas las clases sociales. Aunque, claro está, cuanto mayor sea la capacidad económica, mayores serán los recursos disponibles para enfrentar toda esta dinámica.
LA FAMILIA
La familia es una institución a la cual se le pide mucho y se la da poco, y además se la agrede en demasía. Las modas, la publicidad, los medios de comunicación, se han olvidado de preservar la integridad de esta institución, de manera que, con frecuencia, observamos vectores antifamiliares que la dañan profundamente.
Nos hemos conformado con creer la ingenua idea de que la familia lo es todo, y además que es invencible; y la verdad es que abundan las familias que son una verdadera catástrofe, en donde se propician grandes injusticias. Quizá el asunto sea de tipo semántico. Probablemente estas familias no sean familias sino, más bien, la antítesis; pero, por desgracia, se cobijan con el mismo sustantivo.
Entendemos la familia como una entidad que se crea para el convivio armónico y sano de sus integrantes, en la cual los sentimientos filiales brindan una enorme motivación y, a la vez, una gratificación sin igual, que permite que emerja el mutuo auxilio, la crianza de los hijos y el crecimiento personal.
Durante los últimos años, muchas autoridades han venido señalando que la familia dejó de ser una unidad productora y social, y se ha convertido en una unidad de consumo, víctima fácil de los medios masivos de comunicación. De manera que hoy los lazos familiares se han debilitado, mientras que sus integrantes guardan más cercanía con personas ajenas a la familia. Se ha perdido la interacción motivadora que clásicamente había existido.
En nuestros países, la familia ha sido presa de las drogas en general; el alcohol carcome muchos hogares, lo mismo que las drogas mayores. Los jóvenes sienten como invisible un hogar así. En una estructura familiar viciada, resulta difícil conseguir el afecto y el apoyo que tanto requiere el joven. Mientras esto sucede, la publicidad de licor y tabaco sigue en ascenso y deja jugosas ganancias, pero macabras consecuencias.
En otras familias, existe una relación padre-madre totalmente desvitalizada. Se lidia constantemente con el aburrimiento y el desgano y, aunque los conflictos no son floridos, el ambiente es desmotivante y, sobre todo, degrada la imagen que los hijos tienen de los padres, quienes dejan de ser un ejemplo para ellos. Cuber destaca que muchos de estos matrimonios se mantienen por compromisos sociales, económicos o familiares, pero no por un nexo emocional genuino, lo cual provoca severas consecuencias sobre los jóvenes, tal como lo señala Minuchin.
Efectos similares provocan los hogares que Cuber denomina “habituados al conflicto”, en los que la pareja, y hasta los hijos, se ven envueltos con suma facilidad en situaciones problemáticas, donde florece el sermón, la ofensa, el grito y hasta la violencia física. Son millares los hijos que han crecido en el seno de la violencia doméstica, de manera que, al llegar la juventud, apenas pueden escapar de ese infiernillo en que se convirtió el hogar.
Padres autoritarios y censurantes también obligan a sus hijos adolescentes a buscar afuera lo que la familia debería brindar. No es raro que estas personas tengan éxito social o económico, que sean grandes señores pero pésimos padres. No es extraño que la sociedad los ensalce, mientras que en el hogar son insípidos, viciosos del poder y agresivos con sus hijos. Esta es una situación muy especial, porque, además, lesiona la imagen que el joven tiene de sí mismo. La mayoría de estos jóvenes tiene dos salidas: o abre el mundo para crear su propia realidad y así tratar de llenar las necesidades afectivas, con el riesgo que esto implica; o se vuelve un apéndice del todopoderoso padre, quien irá marcando las decisiones importantes de su vida y lo convertirá en un autómata condescendiente con los deseos paternos.
En otro grupo, encontraremos a una madre posesiva y emocionalmente insatisfecha, que ata a sus hijos para evitar lidiar con la soledad, y así los transforma en auténticas damas de compañía que le llenan su vacío afectivo. Estos hijos verán la sexualidad con ojos de culpa, porque significa un riesgo de separación emocional con la madre y tendrán que luchar con la responsabilidad de llenar las expectativas maternales.
En otras familias, suceden actos deplorables desde todo punto de vista, como lo representa el abuso sexual y, peor aun, el abuso incestuoso, que continúan siendo problemáticas cubiertas por un manto de impunidad, y ocasionan que muchos de estos jóvenes abusados evadan el hogar en etapas tempranas de la juventud. Y este no es un problema únicamente de las clases desposeídas, sino que también se presenta con mucha frecuencia en las clases poderosas.
Desde luego, hay familias en las que reina la armonía, donde los roces son eficazmente superados, y aun así sus hijos claudican ante cualquiera de los riesgos que hemos descrito. En este sentido, debe señalarse a los medios de comunicación como uno de los posibles responsables, al exponer a los jóvenes a modelos de vida espurios que les aumentan su alienación. Claro está, para resolver esta problemática se requiere de una voluntad política que trascienda muchas fronteras.
ANTICONCEPCIÓN EN LOS ADOLESCENTES
Si hay algo fácil en toda la dinámica del adolescente es la prescripción de un método anticonceptivo, o al menos desde el punto de vista físico, sin contemplar las complicadas variables psicosociales ya comentadas.
Dado que el cuerpo del joven es sexual y reproductivamente maduro, es apto para la mayoría de los métodos existentes. Sin embargo, como son pocos los jóvenes que mantienen relaciones estables y duraderas, y lo usual son los múltiples encuentros fortuitos, debe tenerse presente que el método anticonceptivo los proteja, además, del riesgo de contraer una enfermedad de transmisión sexual (enfermedad venérea).
A continuación, se detallan los métodos anticonceptivos utilizados en los jóvenes.
• El método del ritmo: quizá este es uno de los peores métodos para los jóvenes, por la razón que anotamos anteriormente, en el sentido de que el adolescente no puede planear sus relaciones sexuales y difícilmente se abstendrá el día que se le presenta la ocasión.
En el caso específico del método del moco cervical, el problema es aun mayor porque son muchas las jóvenes que desconocen por completo su anatomía interna, por lo que este método resulta muy pretensioso.
• El coito interruptus: el método de la retirada es quizá el más utilizado por los jóvenes, con el agravante de que no solo es un pésimo método anticonceptivo, sino que también fomenta las disfunciones sexuales y no evita el contagio de las enfermedades de transmisión sexual.
• Las pastillas anticonceptivas: a pesar de los enormes temores que la población guarda en torno a la utilización de las “pastillas”, los reportes científicos mencionan que son un método excelente para las jóvenes, sobre todo las pastillas minidosificadas y la minipíldora.
Sin embargo, también tienen la limitación de que no protegen del riesgo infeccioso. Además, exigen de la disciplina necesaria para que la mujer recuerde tomarlas diariamente.
En jóvenes que mantienen su vida sexual al margen del conocimiento familiar, tiende a ser difícil ocultarlas de los ojos de la familia.
Otra enorme limitación radica en que los gestágenos orales requieren de una evaluación médica para su prescripción, y nuestro sistema de salud no brinda el ambiente necesario para que los jóvenes acudan. Por ello, con frecuencia se automedican, con las severas y nefastas consecuencias que esto acarrea.
• El dispositivo intrauterino: probablemente este sea uno de los métodos que los autores consideramos menos recomendables para las jóvenes, porque aumenta la posibilidad de que una infección vaginal ascienda a los órganos internos y condicione cuadros de esterilidad, lo cual sería una catástrofe en personas tan jóvenes.
EL JOVEN Y NUESTRO SISTEMA DE SALUD
Los jóvenes tienen dos opciones para poder asistir a una consulta de planificación. Por un lado, pueden optar por una consulta privada, pero esta resulta relativamente costosa para la mayoría de los jóvenes, además de que se requieren algunos exámenes que son aun más difíciles de costear.
Por otra parte, la consulta de planificación del Seguro Social cuenta con un problema, en el sentido de que es solo para planificar, por lo que quien acude es porque tiene vida sexual, y este es el principal secreto que muchas jóvenes desean preservar. Esto es más agravante si recordamos que, usualmente, la joven debe acudir a la clínica a la que está adscrita, la cual casi siempre está ubicada cerca del vecindario y es frecuentada por sus vecinos, amigos y familiares, lo que implica un riesgo enorme a su privacidad sexual.
Es urgente que, en el planeamiento de la consulta de planificación, se considere esta situación que está impidiendo que muchas adolescentes se protejan del riesgo reproductivo.
ESTADÍSTICAS
Los números hablan por sí solos:
1. El 86% de los adolescentes sexualmente activos sufren de algún tipo de disfunción sexual.
2. La frecuencia de gonorrea es más alta entre los jóvenes que en cualquier otra edad.
3. Alrededor del 18% de los nacimientos corresponde a madres adolescentes.
4. Solo un 10% de los jóvenes sexualmente activos utiliza algún método anticonceptivo.
5. Menos de un 2% de los adolescentes usó un método anticonceptivo al momento de su primera relación sexual.
6. Entre un 30 y un 60% de las jóvenes relatan haber tenido relaciones sexuales en contra de su voluntad.
7. El 65% de las mujeres que iniciaron una vida sexual premarital refirió que tuvo fuertes sentimientos de culpa después de su primera relación sexual.
8. Entre un 40 y un 60% de los padres de los niños de madres adolescentes son adultos de 32 años o más.
9. Aproximadamente el 65% de las mujeres inicia su vida sexual antes de los 18 años.
10. Menos del 20% de los jóvenes considera adecuada la educación sexual recibida.
11. Desde 1985, el suicido figura como una de las principales causas de muerte en los jóvenes.
12. La mayoría de las jóvenes que se embarazan asumen un control prenatal inadecuado.
13. Alrededor de un 7% de las jóvenes que se embarazan vuelve a embarazarse en su juventud.
COMENTARIOS FINALES
La dinámica de los adolescentes es compleja y problemática porque la sociedad tiene una visión distorsionada e irresponsable en torno a la sexualidad. Se deben propiciar cambios que le permitan a nuestros jóvenes transcurrir de una manera sana por esta etapa.
Las soluciones planteadas hasta ahora no han dado resultado, por cuanto las estadísticas continúan con alarmantes cifras que señalan la ineficacia de las medidas asumidas.
Los problemas del adolescente no se resolverán facilitándole los preservativos, como se hace hoy al colocarlos entre los chocolates y los bolígrafos en las cajas de los supermercados.
Tampoco han resultado los insulsos cursos de educación sexual que se concentran en aspectos poco significativos y abordan el tema desde una perspectiva distante, superficial y estrictamente técnica.
La solución requiere de profundos cambios y de una reestructuración a nivel educativo, a nivel legal, a nivel familiar y a nivel de los medios de comunicación.
Tenemos que hablar de sexo con los jóvenes, tenemos que hacer cumplir las leyes, tenemos que proteger a todos los niños con el subsidio económico de sus padres, tenemos que decirles a los medios de comunicación que ya basta, que hay formas más loables y eficaces de vender una llanta, un bolígrafo o un “chicle”; tenemos que decirles a nuestros políticos que la sexualidad irresponsable es una de las variables que más atizan la pobreza, que una adolescente que se nos embaraza representa toda una larga pausa en su realización personal, y a veces la pausa es eterna o se eterniza con nuevos embarazos.
Tenemos que instruir a los padres; no podemos seguir trayendo niños al mundo sin contar con los elementos básicos para darles la formación. Ya es hora de que distingamos la palabra “educación” y no se la regalemos a lo que acontece en nuestras aulas, que no es más que información espuria y vana.
Debemos entender que no podemos enfrentar autoritariamente al adolescente, porque esto conlleva el riesgo enorme de que huya de la familia y se refugie en nuestras calles, donde reina el peligro.
Tenemos que decirles a los moralistas que excluyan de su lista de faltas lo que les sucede a los jóvenes, quienes no son más que víctimas de una sociedad que perdió su carácter humano hace tiempo, y que reoriente su dedo acusador hacia los verdaderos responsables de esta situación tan preocupante.
Tenemos que enseñar a los padres a crear canales de comunicación amplios y respetuosos. Ya es hora de que se promulgue la abolición del sermón familiar y los desplantes de poder, y que sean sustituidos por una amena y constructiva tertulia.
Ya es hora de que los adultos entendamos que fuimos severamente heridos en nuestra juventud y que somos terriblemente ignorantes de los temas sexuales, y es hora de que, con la humildad que esta conciencia implica, decidamos instruirnos con nuestra pareja y nuestros hijos.