NO ME GUSTA EL SEXO ARRIESGADO
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Soy una mujer soltera de 24 años. Vivo en un apartamento con una prima, y trato de no llevar a cualquier muchacho porque ella es muy conservadora y no quiero que le cuente a mi familia. Por eso, muchas veces tengo encuentros sexuales sin relaciones, en parques o en el carro y no los disfruto mucho. Yo tengo amigas que dicen que el sexo arriesgado es más placentero, pero a mí me pasa lo contrario, disfruto más cuando tengo mi propio espacio y todo el tiempo del mundo.
Quizás uno de los grandes aportes de las investigaciones realizadas por Alfred Kinsey en la primera mitad del siglo anterior, gira en torno a la enorme variabilidad de las conductas sexuales. Antes creíamos que el sexo solo tenía una forma de vivirse y que cualquier variante nos hablaba de un problema sexual, mental, o psicológico de fondo.
Hoy, por el contrario, la ciencia señala que hay múltiples formas de disfrutar la vida sexual, y que probablemente cada persona tiene “su forma de amar”, su manera de deleitarse sexualmente. Así, es común que algunos disfruten del sexo arriesgado, el que ocurre en situaciones apremiantes, en ambientes en que existe el riesgo de ser sorprendidos, esa tensión, les resulta estimulante. Otras personas tienen gustos muy distintos y disfrutan los encuentros sexuales prolongados, con total privacidad, y más bien procuran evitar situaciones donde pueden ser interrumpidos.
Ambas conductas son totalmente normales y es común que algunas personas disfruten, tanto el sexo arriesgado, como el sexo tranquilo. También es normal que sucedan rachas en las que se disfruta más con uno que con otro y en algunos casos, con el tiempo se vuelve más predominante uno de los dos. Toda esta gran gama de opciones es parte de esa sexualidad normal que existe en el ser humano.