Soy una mujer soltera de 54 años. Vivo con dos hijas y la menor tiene dos hijos. Vivimos de mi salario, porque las dos no tienen trabajo desde hace dos años y no hacen por dónde buscar y en poco ayudan en la casa. Tengo ya un año de tener una pareja, pero es incómodo estar en mi caso por eso estamos pensando en vivir juntos pero ellas se oponen. No sé cómo hacer que ellas se independicen.

Tradicionalmente se hablaba del síndrome del nido vacío para indicar la nostalgia y cierto dolor que sienten los padres cuando los hijos, como parte del ciclo de vida, se marchan del hogar.

En la actualidad, por múltiples razones, está sucediendo también el fenómeno contrario. Hijos que crecen y que encuentran más cómodo quedarse en casa de los progenitores, aun cuando trabajan, aun cuando tienen pareja, y aun cuando tienen hijos, porque ven en los padres una fuente que provee techo, comida, dinero y cuidado, al punto que se comportan como si la casa fuera una especie de hotel, ven a la madre como una empleada doméstica y al padre como un proveedor.

En algunos casos se raya en lo insólito, hijos que siguen siendo dependientes pero a la vez se vuelven exigentes, demandantes y hasta censuran e intentan prohibir que los padres, si están solos, creen vínculos afectivos, por temor a perder los privilegios que ostentan en su posición de mantenidos.

La situación es muy ambigua para los padres, que en el nombre del cariño se vuelven permisivos, sin comprender el daño que provoca tal tolerancia, tanto a los hijos como a ellos mismos. Desde luego, que este tipo de conflictos no son fáciles de resolver, y es recomendable contar con ayuda profesional.