Soy una mujer soltera de 28 años. Hace tres meses conocí a un compañero de trabajo que me gusta mucho, es una persona interesante y muy agradable. Aunque él me trata bien, no muestra ningún interés por mí. Siento que entre más me ignora más me atrae. No sé si es porque yo nunca he tenido problemas para estar con alguien o si es que realmente se trata de una persona especial, pero solo paso pensando en él. 

El rechazo es uno de los aspectos más difíciles de manejar en materia emocional. Sentir una fuerte atracción y no ser correspondido genera toda una catarata de sensaciones que provoca desconcierto, desazón, incertidumbre, desasosiego, tristeza y ansiedad, sensaciones que son difíciles de asimilar.

Desde luego se requiere de una enorme madurez para entender que eso es parte de la vida, que hay personas a las que les resultamos atractivos y que hay muchas otras con las que ese “click” no sucede.

A veces, a pesar de que entendemos la negativa, no nos alcanzan las fuerzas del alma, “para dar la media vuelta” y abandonar con donaire nuestras románticas intensiones y más bien nos aferramos a la esperanza de que si insistimos en algún momento puede surgir ese deseado amor correspondido, olvidando lo incómodo que debe ser para la otra persona, recibir coqueteos e insinuaciones de alguien a quien claramente no le interesamos. 

Los estudios sobre enamoramiento señalan que estas situaciones son idílicas cuando son correspondidas, pero ingratas y difíciles de sobrellevar cuando no lo son y que paradójicamente cada rechazo aumenta esos sentimientos de atracción. Por eso, la ciencia considera que lo más recomendable es marcar una franca distancia, evitar el contacto cotidiano, a pesar de lo doloroso que puede ser, para que sea el tiempo el que lave esos sentimientos tan intensos