Soy una mujer divorciada de 34 años. Tengo cuatro años de separada y en todo este tiempo no quise estar con ningún hombre. Hace tres meses comencé a salir con un compañero de trabajo que me encanta. Hemos tenido relaciones, pero me da mucha vergüenza porque cuando voy a sentir el orgasmo se me “arratonan” las piernas. A veces es el muslo, otras veces las pantorrillas y a veces toda la pierna. Y ahí se acaba todo porque duro como diez minutos o más recuperándome.

La relación sexual acapara todos los sentidos. El marco de la conciencia y el foco de atención se centran en la experiencia sexual y todo los demás pasa a un segundo plano. Ese es un requisito que exige la sexualidad. Así que diversas sensaciones corporales son marginadas salvo cuando tienen un carácter crucial para el organismo.

Esta concentración total se rompe cuando sucede una contractura. El dolor y la urgencia de estirar los músculos afectados obliga al individuo a prestar total atención, abandonar lo que se está haciendo, para tratar de abreviar cuanto antes la molestia acontecida. Por eso, las contracturas o “arratonamientos” son enemigos de la respuesta sexual, porque el cuerpo los interpreta como una auténtica emergencia y cesa automáticamente el deleite sexual.

Son muchas las causas que provocan estas contracturas, desde problemas en el nivel de potasio, alteraciones del riñón, a veces algunos fármacos, aunque la inmensa mayoría de los casos simplemente son producto de un grupo muscular poco ejercitado.

Como se entenderá en una época como la actual en la que porcentajes importantes de la población no realizan ejercicio y viven una vida sedentaria, es común que los arratonamientos irrumpan en pleno encuentro íntimo. Así que usualmente estos desagradables sucesos desaparecen cuando el individuo se pone en forma.