Soy una mujer de 29 años. Nosotros nos casamos hace cuatro meses. Conozco a mi esposo hace tres años y nos casamos hace cuatro meses. Sexualmente siempre nos llevamos muy bien y teníamos relaciones cada vez que se podía. En la luna de miel no tuvimos ningún problema, pero desde ahí él se apagó sexualmente, casi no me busca y si acaso hemos tenido cinco relaciones desde la boda.

La vida sexual cambia de manera contundente con la cohabitación, sea porque las parejas se casen o porque simplemente se van a vivir juntos. En algunos disponer de la privacidad, del tiempo y del convivio redunda positivamente en la esfera sexual. Sin embargo, para otros, el convivio puede resultar algo difícil de asimilar.

A veces, porque uno o ambos no están acostumbrados a realizar las labores domésticas. Así, lavar la ropa, preparar las comidas, el aseo de la casa, hacer las compras, suele consumir tiempo y energía que repercute negativamente en la relación.

De igual manera, no es lo mismo estar juntos tres o cuatro veces por semana, para comer pizza y hacer el amor, que cohabitar permanentemente. Es justo ahí donde pueden surgir diferendos cotidianos, muchas veces por pequeñeces, que pueden agrietar el convivio y generar roses y desilusiones que dan al traste con la vida sexual. A veces estos altercados generan confrontaciones francas, y otras veces se viven en silencio generando una tensión creciente que provoca una especie de frio en la relación que se traduce en el diario vivir y también en la cama. 

Esta es una situación muy frecuente que las parejas deben entender como parte de esa adaptación que exige la vida marital, pero que amerita la ayuda profesional cuanto antes para evitar conflictos mayores.