Soy un hombre de 35 años. Viví cuatro años con una mujer simplemente maravillosa. Un día, sin entender por qué, me dijo que quería romper la relación y a pesar de que le rogué que no se fuera, en menos de un mes ya se había ido de la casa. Eso pasó hace casi dos años y desde entonces casi no la veo, pero cuando tengo la oportunidad le pido que volvamos y me dice que no. Aunque he estado con otras mujeres, no he podido sacármela de la cabeza.

Las separaciones se han vuelto cada vez más frecuentes en nuestra sociedad. En general, se tiende a creer que todas representan un fuerte trauma emocional, sin embargo, esto depende del tipo de vínculo preexistente.

En relaciones en las que los lazos emocionales son laxos y el vínculo es sobre todo por convivencia, las rupturas son vistas como una etapa más de la vida, un trámite ya predicho. Por el contrario, las relaciones emocionalmente intensas resultan sumamente difíciles de superar, y suelen ser más dolorosas de sobrellevar cuando resultan sorpresivas.

En estos casos, es común que la pareja reflexione y se pregunte una y otra vez la razón de la separación, que baraje múltiples posibles causas que a la vez va mentalmente descartando, quedando al final con la misma incertidumbre.

De igual manera, cada rechazo a los pedidos de reconciliación suele reavivar el dolor emocional, y es común que aumente la desazón y la angustia. Todo esto es normal y es parte de las secuelas emocionales de la ruptura de un vínculo auténtico. Sin embargo, conforme pasa el tiempo se debe ir superando la situación. Si, por el contrario, la pena aumenta o no se observa ningún progreso es prioritario buscar ayuda profesional.