La semana anterior comentamos la nueva dimensión del trabajo, en el sentido que muchas veces se tiene que trabajar más de las clásicas 8 horas estipuladas para conseguir la estabilidad económica y asegurar la solvencia en la vejez.

Desde luego que las jornadas laborales prolongadas que se extienden a sábados, domingos y feriados, por ejemplo cuando se está terminando una carrera, cuando se estudia y se trabaja a la vez o al empezar un negocio propio, pasan facturas en otras áreas de la vida. Muchas veces estos esfuerzos laborales, no dejan tiempo para actividades banales como eventos sociales, recreativos y de distracción, sin embargo, también pueden llegar a comprometer el tiempo destinado al convivio familiar, la intimidad de pareja y la práctica del ejercicio. 

Es claro y evidente que hoy parejas y familias tienen grandes dificultades para encontrar ese tiempo para compartir. Se discute con frecuencia sobre el tiempo y los seres amados. ¿Calidad o cantidad de tiempo? La respuesta sabia dice cantidad con calidad. Pero si se está pasando una de esas etapas de la vida en las cuales no se dispone del tiempo suficiente, se debe tratar de hacer jugosos, vivenciales y gratificantes esos encuentros. 

Calidad de tiempo significa evitar conflictos innecesarios, falsas disputas, juegos de orgullo, enfrentamientos tontos, desplantes de poder, que son los que agrietan las relaciones entre padres e hijos y entre ambos miembros de la pareja. 
En el ámbito de la intimidad, siempre se debe sacarle tiempo al tiempo, que no se nos pase una semana sin esa caricia sincera, ese beso sexuado, ese abrazo sentido, y esa lisonja atrevida, gestos que son tan importantes como el mismo sexo.

En nuestra sociedad todos en menor o mayor escala hemos vivido las premuras del tiempo, de ahí la importancia de entenderlo como una etapa transitoria que una vez superada se debe volver el foco de atención a recuperar el tiempo perdido. Eso significa retomar las rutinas deportivas, las actividades familiares, y la misma esfera de pareja.