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UN AVIÓN EN UN PAJAR

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UN AVIÓN EN UN PAJAR

Hay noticias que nos resultan inverosímiles y que desafían el narcisismo de nuestra cultura. Cultura que aunque está apenas dando los primeros pasos en materia de tecnología, se vanagloria a los cuatro vientos de sus incipientes logros.Hasta hace muy poco tiempo entendíamos que el orbe se había hecho pequeño, que con los satélites orbitando por doquier ya se habían salvado las grandes distancias y hasta se creía que la intimidad hogareña había sido ultrajada por la tecnología actual.

Escribir al DR. Mauro Hoy

Muchos hablaban que con los avances actuales era muy sencillo encontrar “una aguja en un pajar”. Bajo esta perspectiva, y creyendo que teníamos el mundo en la mano, surge una noticia desconcertante. Un avión se perdió. Pero no se perdió una avioneta, ni tampoco un avioncito de esos que tiene 12 plazas. No, se perdió un Boeing 747, se perdió un avión que mide más de 60 metros de largo y  más de 60 metros de envergadura. Se perdió un gigante del cielo. Un monstruo volador. Y no solo se perdió, sino que pasan las semanas y no aparece.

Concomitantemente nuestro ego tecnológico también ha sido golpeado severamente. Estos aviones  cumplen con creces los protocolos de seguridad. Cuentan con dos motores Rolls Royces, sus mandos de vuelo son controlados por un sofisticado software; y entre sus credenciales destaca el prestigio de haber sido  el primer avión comercial en ser diseñado completamente por computadora. Estos atestados  eran más que suficiente para desafiar la maldición de la perfección del Titanic.

La herida a nuestra autoestima se profundiza cuando vemos que pasan las horas, los días, y las semanas y no hay la menor idea de dónde puede estar semejante armatoste volador. De manera artesanal y bordeando el ridículo, se invocan mil y una explicación para entender lo sucedió que van desde el trillado terrorismo, hasta las desapariciones del III tipo.

Luego, cerca de la medianoche con una asombrosa precisión “voltearon la tortilla” y proclamaron a grandes voces: “encontramos el avión”, “nuestros satélites lo detectaron”, “es cuestión de horas para hallarlo”. Y nuevamente la soberbia de los tecnócratas se convirtió en el hazme reír del mundo.

Dentro de toda esta sorpresa y toda esta amargura, hay una buena noticia, el mundo sigue siendo grande y los  hombres, con sus softwares y sus chips  no son todopoderosos. La privacidad del ser humano, de la familia, de los que  piensan diferente y de los que piensan igual parece que de momento está resguardada.

Venta de libros del Dr. Mauro