Hace ya muchos años venimos externando nuestra enorme preocupación por las nuevas generaciones. Hemos mencionado que, en un gran porcentaje de hogares costarricenses, el convivio se ha visto reducido de manera importante.

La distancia entre padres e hijos es cada vez más grande. Eso, sin contar el enorme porcentaje de parejas que no viven juntas porque se han separado o se han divorciado, lo cual, se quiera aceptar o no, repercute de manera directa sobre la crianza de los hijos.

Además, hoy resulta imposible expulsar a un alumno aunque apedree un edificio, rompa los vidrios del Ministerio o lance una bomba incendiaria. Las autoridades educativas se han incrustado en un laberinto legal que ha dejado maniatados a maestros, profesores y directores, al punto que nuestra educación en un simulacro magisterial; que no logra los objetivos esenciales del proceso de enseñanza-aprendizaje. El  alumno violento debe ser manejado en otras instancias institucionales,  especializadas en el manejo de estos parvos. Es indispensable crear centros para alumnos problema, al menos uno por provincia.

Por ninguna razón, el alumno violento debe compartir el recinto educativo con el estudiante no violento. En esas circunstancias se impone la violencia y el alumno ejemplar es el que sufre seriamente. Sobre todo, porque hoy la violencia no es solo con palabras y puñetazos: ya incluye cuchillos y balazos. Es urgente proteger al niño noble  y atender al infante conflictivo de manera especifica.

Si no hacemos esto con urgencia, si seguimos utilizando como patrón educativo las enseñanzas que vienen de los países desarrollados; pronto estaremos enfrentando lo que hoy esos países padecen: una violencia escolar a gran escala sin precedentes en la historia. 

Costa Rica siempre ha tenido identidad educativa, que hemos considerado base de nuestra democracia. Es momento de actualizar nuestro sistema, como lo hizo en aquel momento Don Mauro Fernández. Esto es una tarea urgente, porque el modelo sajón-irlandés se agotó.

Es hora de que el país entienda que todos tenemos que aportar en esta lucha para convertir a los jóvenes en hombres de bien y no en carnada de bandas, alcohol, drogas, violencia y desmanes.