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El desarrollo de las ciudades.

SERPIENTES Y ESCALERAS.

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SERPIENTES Y ESCALERAS.

Las urbes han cambiado su lenguaje. Antes se mostraban como la máxima expresión del desarrollo de la civilización. Las grandes ciudades encerraban en sí mismas lo mejor de una cultura y como tal, eran una invitación abierta para la exploración y el disfrute.

Escribir al DR. Mauro Hoy

Con el tiempo, algunas metrópolis se fueron plagando de problemas, contaminación, inseguridad, caos vial, accidentes automovilísticos, indigentes; que fueron ahuyentando a la población, al extremo que hoy se visitan esas ciudades solo si es necesario y no como antes, que eran un destino de paseos para esparcimiento y recreación.

Bajo este panorama, es fácil de entender los contratiempos que sufren los peatones particularmente cuando de cruzar calles se trata. Atravesar vías como la avenida segunda o las circunvalaciones resulta un auténtico riesgo, un azar peligroso, más aun en un país como el nuestro, donde no existe una cultura vial: todos cruzamos cuando se puede y no cuando se debe, aun cuando esto implique sortear motos, automóviles y camiones; todos en movimiento.

Esa es la razón de ser de los puentes peatonales, evitar que el peatón se exponga a esos riesgos de la calle. Desdichadamente, estas estructuras tampoco resolvieron el problema. Por un lado, por su altura, el número de gradas suele ser nutrido. Además en algunos el grado de inclinación es tan empinado, que subirlos resulta una auténtica prueba de esfuerzo y bajarlos un martirio para las articulaciones de la rodilla, más en un país en el cual cerca de la mitad de la población sufre de sobrepeso u obesidad.

Sin embargo, cuando se le pregunta al transeúnte,  la principal razón por la que prefiere cruzar la calle con todos sus peligros a utilizar estos puentes, muchos alegan una razón más importante. Algunos puentes se han convertido en auténticas ratoneras, porque han sido tomados por barras de mala muerte que amenazan y asaltan, con el inconveniente que no hay forma de divisarlos y menos de eludirlos. Es hasta que se está allá arriba que aparecen los maleantes a ambos lados, tapando las salidas. 

Recientemente, se habla del uso de ascensores, medida que evitaría el maltrato físico de las gradas, pero que sin la vigilancia adecuada se podrían prestar para fechorías que van más allá de un asalto. Estar encerrado en un elevador con una banda de maleantes representa una experiencia riesgosa e intimidante. Al hacer presupuestos para puentes y ascensores, debe incluirse la presencia policial o el monitoreo electrónico; de lo contrario será inversión perdida porque la población seguirá rehuyéndoles.

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