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INFINITO DESCARO

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INFINITO DESCARO

Uno de los aspectos que tenemos que aprender como país, es que en el mundo del comercio, el dinero es lo más importante y se rige por una única regla: negocios son negocios. Eso más o menos significa que el dinero está por encima de todo; que por unos dólares más, es válido hacer cualquier cosa, traicionar, vilipendiar, hacer trampa, en fin. La historia y particularmente la historia reciente brindan floridas muestras al respecto.

Escribir al DR. Mauro Hoy

Por eso y por mucho más, tenemos que entender que en materia de concesiones, en tratos con compañías internacionales,  en negocios con foráneos,  hay que tener un enorme cuidado, más allá del usual y de lo acostumbrado. No vaya a ser que un funcionario acepte, apruebe a la ligera y hasta aplauda estos acuerdos, sin darse cuenta del trasfondo internacional y económico que esto implica.

Como país, no podemos seguir pagando asesorías millonarias que dan resultados complacientes para una de las partes. Como país no podemos dejar que sean siempre las últimas instancias las que paren los festines de los mercaderes. Como país, no podemos seguir delegando en manos foráneas al estado decisiones de alto calibre económico que nos afectan a todos.

Hoy entendemos que las concesiones no son malas, pero sí peligrosas; que la privatización no es mala, pero sí de cuidado; que los proyectos binacionales no son malos, pero sí riesgosos. En general, esas compañías nunca pierden y peor aún, no saben perder: con frecuencia tratan de llevarse hasta el último centavo posible, por las buenas o por las malas y negocios, en esos términos, no le sirven a un país como el nuestro.

La verdad es que la razón está de nuestro lado en los últimos casos registrados. Lo que realmente preocupa, es el daño que estas empresas puede hacerle al país, cuando afirman cínicamente que Costa Rica es un país inseguro para los negocios. Dirían nuestros campesinos que respiran por la herida, que tienen sangre en el ojo, que parece una venganza contra un país recto que aplica sus leyes.

Es fundamental combatir esas calumnias a nivel internacional,  reiterando hasta la saciedad que somos un país diáfano, una nación donde el cabildeo y el padrinazgo no tienen lugar, donde las reglas del juego están definidas de previo y se aplican por igual para todos. Esto atraerá a las empresas responsables y honestas y ahuyentará a aquellas que hasta el rubro de sobornos contemplan en sus presupuestos anuales. No olvidemos nunca que hay empresas que son un infinito descaro.

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