En Costa Rica la tasa de desempleo ronda el 10%, es decir más de 200 mil personas no consiguen trabajo. Para el humanista, esto representa toda una catástrofe, una desesperanza, que corroe lo más profundo del ser humano.

Todos necesitamos sentirnos útiles. Ganarse el pan nuestro de cada día con el sudor de la frente más que una sentencia es una bendición, que propicia la salud tanto mental como física. La vagancia, la vida regalada y el desempleo son auténticos látigos que menoscaban la autoestima y el decoro personal.

Levantarse cada mañana y no tener nada que hacer, es una auténtica desgracia que excede la imaginación de cualquiera. No hay duda que los  primeros días sin trabajo puede resultar relajantes pero es cuestión de tiempo para sentir un vacío existencialista. Una sensación de nulidad se va apoderando de la existencia. Alrededor observo un mundo de trabajo, donde todos están ocupados, todos están en lo suyo, y uno está fuera, como en banca, esperando una oportunidad que no llega.

Ser adulto y depender de los padres, de los amigos, de los familiares, es una pena desmedida. Ser adulto y sentir la presión económica de las deudas, de los pagos, de las necesidades genera una angustia enorme. Vivir al inicio de los ahorritos, luego de las ayudas  y por último, de lo que nos prestan, es un auténtico calvario.

Esto es más cruento cuando soy un profesional graduado. Ahí específicamente se experimenta claramente la sensación de que el país nos falló, que la sociedad me ha hecho trampa, se pierde la fe en el sistema. Y eso, eso es muy peligroso.

La situación es más crítica cuando tengo una familia que mantener, cuando para graduarme asumí deudas, cuando las esperanzas de la  familia para salir adelante estaban prendidas a mi éxito profesional. En esas situaciones el dolor y la desilusión son mayúsculos.

La resignación encuentra a algunos y optan por un trabajo no calificado, después de todo el esfuerzo familiar, después de todo el esfuerzo individual me veo obligado a trabajar en lo que sea. Otros, se ven tentados por los negocios ilícitos, como una medida transitoria que para muchos se queda como un modus vivendi. Otros simplemente se derrumban y caen en drogas y adicciones.

Por eso ahora que inicia la campaña electoral tenemos que convertir el tema del desempleo en un tema de la agenda política. Tenemos que escuchar soluciones reales para que nuestra sociedad  no le siga fallando a la clase trabajadora de este país.