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¿Pensar en la muerte ayuda a nuestra salud mental?

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¿Pensar en la muerte ayuda a nuestra salud mental?

La muerte: el hecho más real de la vida y, sin embargo, la negación absoluta de esta. La propuesta es que hay una instancia donde pensar en ella puede ayudarnos en nuestra salud mental. No me refiero, para esta reflexión, a los casos de fallecimiento violento o a aquel en que la persona tiene una enfermedad crónica y procesa su circunstancia de manera lenta y casi imperceptiblemente.

Escribir al DR. Mauro Hoy

Para ubicarnos podríamos imaginarnos a alguien que se va a hacer un examen de rutina y le dicen que tiene cáncer y que debe ingresar enseguida para recibir la intervención quirúrgica en unos pocos días más. Ahí se crea un espacio de relectura de la vida en función de la muerte. Esto debido a la imaginería de lo que representa un cáncer (aunque ahora se considera que no todos estos son de pronóstico irreversible), así como la premura que han puesto los médicos para la intervención. Los médicos (ángeles de la salud) actúan y el procedimiento con el “equipo” se da conforme las normas. La persona que ha pasado por la indefensión luego recordará el “momento” en que pensó en la posibilidad de la muerte. Dicho momento habrá revelado su carácter, sus temores, sus recuerdos, sus puntos sin resolver en la vida y lo que se daría si supera la crisis vital. Pensando en la salud mental:

1. El carácter: para recibir con templanza la posibilidad de no existir o desesperarse por la falta de ese cuadro existencial que conforma el contexto de su existencia, o para no adelantarse a los hechos y esperar lo que vendrá, para entonces actuar según lo que corresponda.

2. Sus temores: aflorarán los miedos que a veces están escondidos en algún lugar de su inconsciente, y que siempre se asocian con amenazas a la estabilidad de su yo.

3. Sus recuerdos: la nostalgia por lo que ha vivido, bueno o malo, aflorará de manera brusca, casi como una pesadilla que no puede relatar a nadie más sino a su propio yo, más comprensivo que nunca al respecto.

4. Sus puntos a resolver en la vida: es cuando descubre los cabos sueltos, pues ya no puede sostenerse en la fantasía del yo indestructible sino en las consecuencias de dejar a personas que de una u otra manera han dependido de su presencia y acciones.

5. Lo que será en el caso de superar la crisis: en este caso, descubriendo los valores que deberían regir más epistémicamente su estilo de vida en lo que reste de su existencia.

Estas reflexiones tienen un marco establecido en la banalidad de la vida. Generalmente la persona se vuelve más “filosófica” sobre lo que realmente vale en su experiencia vital, contraponiéndose a cuestiones nunca mejor graficadas, por ejemplo, por lo que se dio hace unos días, cuando hay un matrimonio dentro de la realiza británica y se ve a las mujeres con sombreros que unos dirán que es por moda, otros que se vieron muy elegantes pero también, aunque sea unos pocos, que simplemente eran ridículos. Este ejemplo puede repetirse casi en todos los estamentos de la cultura actual.

Entonces, siempre en función de la salud mental, ¿necesitamos de una experiencia extrema para reaccionar en cuanto a nuestro discurso básico, cual es el de vivir “alegres y felices”? ¿O fue el caso relatado una epifanía que está fuera de lo que comúnmente vivenciamos en nuestras existencias? ¿O sería mejor no necesitar el estar al borde de la inexistencia personal (de manera real o imaginaria) para contestarnos preguntas que implican la belleza de la vida, tanto para nosotros como para nuestros seres queridos? Juzgue usted.

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