La historia nos depara ejemplos mayores de altruismo y nobles ideales. Son incontables los personajes que han realizado en su vida grandes proezas. Sin lugar a dudas son fuente de inspiración y probablemente son la mejor expresión del ser humano. El problema es que no los conocemos.

Desdichadamente si no sale en la televisión o en el cine, escaparan del marco del conocimiento de las grandes mayorías y esas vidas ejemplares solo motivaran a minúsculos sectores de la población. Cito esto porque probablemente Gandhi no sería conocido sino fuera por la pantalla grande.

Recientemente observé que un jugador de la Selección de Japón tiene el glorioso apellido del gran pacifista japonés, candidato dos veces al nobel de literatura y candidato dos veces al nobel de la paz Tokohito Kagawa. Me llamo la atención que más allá de algún comentario bajo en torno a lo escatológico que resulta la sonoridad del nombre en español, no se hizo ningún otro comentario.

Es algo así, como si el portero Uruguay se apellidara Benedetti, o el defensa derecho de España se apellidara Picasso, o un delantero chileno se apellidase Neruda. Sin lugar a duda esto habla de lo mal que esta la educación, esto nos habla que los medios están abarcando la totalidad del marco del conocimiento del individuo y más allá de nuestro conocimiento específico laboral desconocemos la grandeza del mundo y nos privamos de la inspiración que emana.

Recientemente pedagogos norteamericanos señalaban que porcentajes importantes del estudiantado al único Beethoven que conocen es un perro. Decía Bruce Willis, -si el de Duro de Matar- que mucha gente le reclamaba airadamente que porque no hizo nada para evitar la catástrofe de las torres gemelas. Probablemente por esa misma razón, Schwasenager se convirtió gobernador del estado de California.

La verdad no hay nada en el cine, que iguale las proezas de la vida. No hay nada en el cine que supere a Victor Jara,  Marmadoke Grobe, Mirna Mack, Doroteo Guamuch, Dianne Fosey, Kensaro Wewa, Margaret Sanger, Dalton,  Carlos Luis Fallas, Bill y Bob,  por cita unos pocos. Óigase bien, no hay nada en el cine que lo supere ni aunque se realice una película con la vida de estas lumbreras.

Generaciones que admiran a Gaga, idolatran a Cristiano, y se guían por el conocimiento del señor de los anillos, o del Yedy, son generaciones propensas a los más graves riesgos, las drogas, la vagancia, la presteza. Vidas doctas de lo irreal que desconocen la realidad, y que vagan por el mundo sin rumbo porque carecen de ese sentido de consecución que es fundamental en la vida y que es la espeta que nos dan las generaciones anteriores con sus ejemplos mayúsculos.