Soy una mujer divorciada de 65 años. Yo me divorcié hace veinte años y aunque no he tenido pareja todo este tiempo. Hace unos meses, motivada por sus programas, me inscribí en un curso para aprender internet y conocí a un hombre de mi edad que me encanta, pero mis hijos hacen mala cara cuando después de clases me voy con él a comer. Hoy leí un artículo español que se titula, “¿dejamos que la abuela tenga sexo?” y me sentí identificada.

El divorcio y sus consecuencias sigue siendo una situación relativamente nueva en nuestra sociedad. Nos ha costado manejar los nuevos escenarios que deparan las separaciones, y particularmente las nuevas parejas que surgen cuando los hijos ya están grandes, suelen ser difíciles de aceptar por algunos familiares. Esta dificultad es mayor cuando es la madre quien después de haberse dedicado por años a criar a sus hijos, establece un nuevo vínculo.

Tal vez sorprenda pero entre las reacciones que se suscitan figuran los celos, la posesividad y hasta la envidia, que pueden surgir, tanto de los hijos como del resto de la familia, entre ellos, hermanos, nietos, y a veces hasta el exesposo.

Aun cuando pueda existir una preocupación genuina por parte de los allegados, con frecuencia la oposición es emotiva, irracional y sobre todo egoísta, porque no se quiere entender que “todos necesitamos amor”, y cuando decimos todos, incluimos desde luego a las personas de la tercera y cuarta edad.

Como se entenderá la resistencia es mayor cuando “la abuela” todavía no ha heredado, y los futuros beneficiarios temen perder los bienes en manos del emergente galán.

Al margen de esas pequeñeces, debemos subrayar la importancia del amor en todas las edades y más aún, como dice Berman, “cuando nos vamos adentrando en la vida y lidiamos con las crisis existenciales que depara la edad.”