AROS ANCESTRALES
PIERCINGS SEXUALES
¿Alicientes sexuales o modas riesgosas?
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Durante años, el uso de piercings y aros corporales fue patrimonio absoluto de ciertas élites estigmatizadas en la sociedad. Tradicionalmente, la colectividad relacionó estos aros con malhechores, criminales y presidiarios. Por eso, cuando se popularizó su uso, proyectaban una imagen violenta y aterradora.
Hoy, por el contrario, se encuentra una enorme gama de piercings, desde aquellos que acrecientan la fineza y la ternura, hasta los que destacan un aspecto grotesco y rudo. Así, con el tiempo la sociedad se ha ido acostumbrando a verlos en colegiales, universitarios, artistas y hombres de bien. De esta manera, el estigma existente ha pasado a un segundo plano y se entiende como una moda más.
Para un sector de la población, los piercings representan algo más que un adorno. Puede ser la expresión de una forma de vida. El porte de “chico malo” o de “chica veneno”, de “rebelde sin causa” o “chico contracultura” se puede ver acentuado con ciertos tipos de piercing. De igual modo, en el plano sexual, para algunos estos aros incrementan la atracción y propician el deleite sexual.
Para aquellos que, en la intimidad, disfrutan de ropas de cuero, trajes negros, botas de tacón alto y pequeños látigos, estos aros complementan el atuendo y, a la vez, mandan un mensaje social de inclinación por esos gustos. Para quienes los piercings son meros adornos, es recomendable que eviten colocarlos en zonas delicadas, como los parpados, el caño de la orina, pezones, lengua y en sitios donde cualquier complicación puede generar marcas indelebles, como en el rostro. Ingenuamente, muchos creen que son inocuos, cuando en realidad pueden resultar muy peligrosos.
En primera instancia, es crucial que los piercings sean colocados por personal capacitado, con material estéril y en establecimientos limpios y asépticos. Además, deben evitar sumergirse en aguas, como en piscinas, mares, jacuzzis, hasta que la piel cicatrice por completo. Si se trata de piercings colocados en la zona genital, se debe ser estricto con la higiene y evitar cualquier tipo de contacto sexual hasta que se complete la cicatrización.
Ante la presencia de dolor, sangrado, enrojecimiento, fiebre o supuración, se debe acudir de inmediato a un centro de salud.
Los piercings conllevan una serie de riesgos en el día a día, todos derivados del diseño. Aquellos con aros o superficies redondas huecas generan con frecuencia lesiones por tracción y arrancamiento, al quedar atorados en ropas o alhajas. Los que tienen superficies puntiagudas suelen causar lesiones punzocortantes.
Los piercings sexuales acarrean aun más riesgos. Por un lado, pueden lacerar y provocar heridas en la delicada piel de los órganos genitales, tanto de él como de ella. Estas lesiones facilitan el contagio de enfermedades venéreas. Asimismo, suelen romper el preservativo, con lo cual ocasionan doble riesgo: el del contagio venéreo y el riesgo de un embarazo.
Las lesiones que más observamos con los piercings sexuales son por tracción, pues fácilmente se quedan atorados en las prendas íntimas o en la ropa de cama con los intempestivos movimientos inherentes al acto sexual.
Cuando ambos miembros de la pareja tienen piercings genitales, es frecuente que se atoren unos con otros y produzcan dolor, sangrado, laceraciones y hasta heridas contusas, los cuales, como se comprenderá, dan al traste con el encuentro íntimo.
Por eso, una recomendación básica en el mundo sexual es quitarse los piercings antes del acto sexual, de tal forma que sirvan como incentivo visual, como un atractivo durante el preludio, y se retiren antes del acercamiento sexual. El sexo suele ser impulsivo, apasionado, impetuoso, explosivo, avasallador e intenso, y estas características impiden que los amantes estén pendientes de cada movimiento con el fin de evitar un accidente. Los piercings que, por su diseño, implican riesgo, causan tal desconcentración que alejan el placer y el deleite.
En múltiples sitios de internet se resaltan experiencias de mujeres que, con los piercings sexuales, experimentaron aumentos en el deleite sexual, orgasmos más intensos y más fáciles de conseguir. Se habla de que aquellos colocados en el clítoris, en los pezones o en los labios mayores desencadenan intensas sensaciones.
En la práctica clínica observamos que, aunque raras veces esto sucede, no es así para la mayoría de las mujeres. Por lo tanto, no se debe manejar como una expectativa o un efecto esperable. Más bien, a menudo comprobamos lo contrario: mujeres que se quitan los piercings porque se convierten en estorbos, que les impiden o les dificultan el deleite sexual.
Además, debemos recordar que aquellos colocados en el clítoris, en la uretra, en el glande y el cuerpo del pene pueden afectar la respuesta sexual, lo cual provocará problemas para alcanzar el orgasmo en la mujer y la erección en el hombre.
Los piercings no son más que una moda, un adorno corporal. Pueden encantar a muchos, pero requieren de ciertas precauciones y cuidados, y ante todo, por sí mismos no son alicientes sexuales.