NO PELEÁBAMOS, PERO NO HABÍA CHISPA Y ME DIVORCIÉ
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Soy una mujer casada de 41 años. Tengo seis años de casada y mi matrimonio es muy raro. Me casé porque teníamos mucho tiempo de ser novios, pero la relación era más de amigos que de enamorados. Nos ha ido bien en lo económico y no tenemos hijos. Nosotros no discutimos ni peleamos, pero vivimos como muy pasivos, pasamos más en la casa de nuestros papás que en la nuestra. Igual en la cama casi ni tenemos relaciones.
Cuber en sus trabajos clásicos describió varios tipos de parejas entre las cuales se encuentran aquellas que denominó “parejas que congenian en forma pasiva”. Parejas en la cuales nunca existió esa química característica de la etapa noviazgo y que tomaron la decisión de vivir juntos, más por costumbre o por inercia que por un deseo impetuoso por llevar a cabo un proyecto de vida.
En el día a día no hay sobresaltos, no se llevan mal, no discuten, pero tampoco hay manifestaciones intensas de cariño y afecto. Situación que se extrapola al lecho marital, en donde la sexualidad también carece de la impetuosidad típica.
Con el tiempo, es común que uno o ambos se cuestionen el vínculo, porque no le encuentran sentido y aun cuando tratan de vitalizarlo suele resultar difícil porque nunca hubo una auténtica a atracción, al punto que es usual que cada uno tenga por aparte sus pasatiempos y buena parte del tiempo lo dediquen a sus amigos y familiares más que a la pareja.
La separación puede ocurrir porque aparece un tercer personaje que se apodera del cariño de alguno de los dos. Otras veces, es simplemente el deseo de buscar y vivir una relación intensa y emocionalmente gratificante lo que impulsa los cuestionamientos. Curiosamente es común que el dolor de la separación no sea tan intenso porque ambos son conscientes que la relación no daba para más.