Quiero una cita

Con tinta indeleble.

DEDOS PINTADOS

El voto.

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DEDOS PINTADOS

Tuvimos una cita electoral más en la que se optó por una pulcra crayola para emitir el voto, y no sólo ya no impregnamos nuestra huella digital en la papeleta sino que tampoco sumergimos el dedo en el tintero. Se alega mil y una razones para evitar el uso de la huella digital pero aún no encuentro razón para omitir el baño del dedo con tinta.

Escribir al DR. Mauro Hoy

No podemos olvidar que esa tinta es indeleble al menos por tres o cuatro días y esto revierte una enorme importancia porque hoy que abundan los genios de las redes  y siempre es bueno contar con un seguro arcaico a prueba de hackers.

Pero el punto es más sentimental y de carácter que de seguridad. Es claro que deambular por ahí, hacer los quehaceres, ir a la oficina, preparar la comida con un dedo pintado evoca todo un sentimiento de realización, nos recuerda que bien que mal somos una democracia, que hacemos lo que otros pueblos no pueden hacer, que ostentamos un derecho porque el que muchas sociedades hoy todavía luchan por conseguir.

Y es que, ir a votar y marcar con un crayón, convierte el sagrado sufragio en una escogencia más, le falta solemnidad, le falta cache, como que deja un cierto vacío, es un voto mate, insípido, sin folclor, sin tradición, lejano de lo criollo, de lo propio, de nuestra identidad.

Es un voto sin sabor, sin aderezo, sin condimento, se parece más a una escogencia que a un sufragio. Nos suprime aquel grato gesto de levantar nuestro dedo pintado, cuando alguien nos pregunta “¿ya votó?”.  Es más, confina el gesto de levantar el pulgar a un significado romano de aprobación, o salvación, cuando en materia política levantar el dedo pulgar se traduce como “con  mi huella te llevo al  poder”,  “a ese le pongo el dedo”.

Hoy que ya no vemos banderas en los techos, ni las calcomanías, ni las corbatas ni los casos, hoy que escasean las camisetas y las gorras, hoy que los signos externos agonizan, no podemos darnos el lujo de eliminar el signo externo más intenso de las democracias, el dedo pintado.

Hoy que las elecciones transcurren, sin bullicio, sin festejos y sin alegría. Hoy que el pueblo no tira a las calles el día de las elecciones, hoy que el abstencionismo galopa hacia la cima, hoy que la apatía supera a los candidatos y eso que la apatía no hace campaña, -no hay campañas por “no vaya a votar”-,  hoy que las democracias representativas están en entre dicho, es  momento que meditemos si  estamos convirtiendo las elecciones “en algo muy aburrido” o si deberíamos  de volver a la “fiesta electoral” que siempre fueron.  

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