Tradicionalmente, se ha creído que el estrés y la ansiedad son enemigos de la sexualidad y que afectan el deseo sexual. Sin embargo, el siglo XX, con toda su violencia, se encargó de probar lo contrario. Así es, a través de los conflictos bélicos tan cruentos que ha enfrentado la humanidad en los últimos cien años, la sexualidad nunca se ha visto afectada por la guerra, que, evidentemente, es la condición más extrema de stress y tensión que puede enfrentar un ser  humano. De hecho, los dirigentes de las diferentes fuerzas armadas se han visto obligados a tomar medidas al respecto, como la repartición de preservativos, desarrollo de tratamientos para las enfermedades venéreas, proveer servicios sexuales o permisos para visitas conyugales y prohibir maltratos y vejaciones sexuales a la población femenina de los pueblos vencidos.