Dr. Winston Villamar, Ph. D.

Médico Psiquiatra

¿Cuál es el papel de la regresión al servicio del yo en la salud mental?

La idea de regresión al servicio del yo es prestada a una concepción de base psicoanalítica. Por considerarla valiosa para la salud mental me permito compartirla con usted. Sin embargo, antes de proponer algo sobre ella, le invito a diferenciarla de algunas actitudes que más bien son puerilidades. Todo esto dentro de una conducta en una persona sobre los dieciocho años de edad. Dentro de estas puerilidades podemos anotar las siguientes, a modo de ilustración:

1. La de los individuos "rabiosos" que toman actitudes violentas en pandillas, o aprovechándose de una manifestación popular; o, porque la sociedad los ha puesto en cierto nivel llamándolos intelectuales, científicos, ídolos artísticos o deportivos, o con poder político, se sienten libres para el sarcasmo malicioso.

2. La de los individuos "siúticos" que se reúnen para admirarse entre ellos de una manera narcisista, creándose un halo de superioridad por andar a la moda, sobre todo en lo que es la apariencia física.

3. Los que se quedan pegados a la idea psiquiátrica del "trauma infantil", por lo que viven ligados de manera enfermiza a un recuerdo de maltrato infantil para condicionar su vida de transacciones sociales.

4. Los que viven emocionalmente como niños "inmaduros", bajo el signo neurótico de la ansiedad, donde el factor moderador de interpretación de la realidad es el miedo a perder el control sobre su contexto, y pueden estar siempre presentándose como payasos o como irritantes manipuladores.

5. Los que viven cognitivamente como niños "autoreferidos", bajo el signo sicótico del autismo perceptual, teniendo como elemento referencial definitivo su propio mundo irreal.
6. Los que regresan una y otra vez a ser como niños "virtuales", es decir, niños que han perdido gran parte de su capacidad imaginativa por su sometimiento a la programación mecánica.

Regresar a ser como niño sirve para que el yo pueda mantener su salud mental si la persona, adulta ya, tiene sus momentos, asertivamente discernidos, donde puede revelarse con características como las siguientes: felicidad, libertad, generosidad, alegría, fácil socialización, abierta a nuevas experiencias lúdicas, donde la imaginación juega sin herir.

El yo del ser humano busca estos momentos, y cuando es sano, los usa como el mejor recurso para crearse su propia filosofía, psicología y sociología de vida. En este regresar a ser como niño y volver a ser como adulto (con predomino de la realidad contingente y aplicación de la pertinencia) se juega, desde mi punto de vista, una gran porción de lo que es la proactividad en salud mental, no solamente a nivel individual sino también a nivel familiar y social, en general. Si el formato de una vida compleja y complicada por el cinismo contemporáneo nos impide percibir este maravilloso recurso de la inocencia inherente a nuestra naturaleza infantil, creo que bien podríamos sonreír a otros y a nosotros mismos, siendo niños por un momento, al menos.
Atentamente,
Dr. Winston Villamar

Un pensamiento:

"Ser como niños es creer en la vida, y sonreír, para volver como adultos y buscar justificar esa sonrisa".

SECCION PREGUNTAS
(La invitación es a enviar sus preguntas, una por vez, en no más de dos líneas)

En relación al boletín anterior ("¿Podría ser útil el gambito en la salud mental?"), E. T. Z. nos envió su diagrama:
Evitar problemas (peón) El silencio en el descanso (peón) Estar alerta (peón) Tener cariño (peón) Oir música (peón) Leer libros (peón) Comer bien (peón) Dormir bien (peón)
Oficina (torre) Independencia (caballo) Salud (alfil) Conyuge (reina) Felicidad (rey) Estudio (alfil) Madre (caballo) Trabajo (torre)
Los gambitos, como sabemos, se los hace con los peones, generalmente.

El lector SSC nos escribe:
"Cada vez somos más aquellos cuyas emociones se ven afectadas bajo una carga de congojas, porque tratamos de alcanzar la norma del sistema global imperante en el mundo. Con más, aún cuando buscásemos no circunscribirnos al "ego" y servir al otro, de igual manera elegimos sus perplejidades, adoptando sus costumbres; hiriéndonos así la conciencia y trayendo sobre nosotros una carga adicional de remordimiento. Así el carácter del servicio al prójimo queda mancillado y su vida convertida en carga agobiadora. ¿Es posible que esta carga emocional no desgaste nuestras fuerzas vitales si la enfrentamos con la mansedumbre y la humildad?"
Respuesta: Este planteamiento, creo, adolece de una falla: al revelar su intención de expandir su ego sirviendo al otro, se propone aquí que elijamos sus perplejidades, lo cual yo no sugeriría. Realmente nadie puede elegir las perplejidades de otro, pero sí puede acercarse a la persona que las sufre, con dos opciones: Si adoptamos dichas perplejidades quedaríamos abrumados por una actitud sado-masoquista; si, en cambio, acompañamos a la persona que las sufre sin apropiarnos de ellas, seríamos libres para ayudar realmente a la persona. Liberado del sadomasoquismo, uno puede aplicar su sistema de valores, como la mansedumbre y la humildad, mencionadas por la persona que nos escribe, aunque últimamente, como seguramente ustedes se habrán dado cuenta, filósofos contemporáneos hablan más de una palabra que se presta para muchas interpretaciones: "el amor", ninguna de ellas negativa, ni para el que da ni para el que recibe.

REVISION DE OBRAS
Posiblemente usted ya lo ha leído, pero aún así, le sugiero que, de todas maneras, intente leer El Principito (1943) de Antoine de Saint-Exuprén, con el espíritu de León Werth, a quien le dedica su libro, dando sus razones para hacerlo:

"Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños..."
Creo que leer este librito con espíritu de regresión al servicio del yo podría refrescar con una sonrisa de salud mental al adulto que nos reviste en este tiempo.

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