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FACTORES PRONÓSTICOS

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FACTORES PRONÓSTICOS

"Si no me quieren como quiero, para qué quiero que me quieran" -censuraba el poeta.

Todos los comentarios vertidos a lo largo de estas semanas en torno a la vida marital y el divorcio, de una u otra manera fueron dirigidos a las personas que ya han consumado el matrimonio, quedando un enorme vacío en torno a todas aquellas parejas que no se han casado, pero que están pensando seriamente en asumir tal responsabilidad.

Escribir al DR. Mauro Hoy

La sociedad mantiene una actitud ambivalente ante el matrimonio. Lo celebra socialmente, lo alaba en público, pero entre bromas, cavilaciones y frases al aire, se refiere a él con un alto grado de pesimismo. Esto provoca un enorme desconcierto en las nuevas generaciones, que ven en el modelo de sus padres ciertas limitaciones, pero que rescatan todas aquellas virtudes que como hijos vivieron. 

Nadie se casa para divorciarse o al menos nadie se casa de manera genuina para divorciarse. El divorcio es un verdadero fracaso y suele ser un auténtico golpe emocional que se lleva consigo sueños, expectativas, añoranzas y a veces hasta una familia. 

Muchas personas casadas reniegan su vínculo y dicen abiertamente que su peor error fue casarse. En realidad, si el peor error de una persona fue casarse, su verdadero peor error es no divorciarse a tiempo y cuando decimos a tiempo, nos referimos antes de que el divorcio perjudique a otros, es decir antes de tener hijos, que son los que más sufren con la separación.

Al estudiar los matrimonios estables, se han logrado identificar algunas variables que están ausentes en los matrimonios problemáticos que terminan disolviéndose. A estas características el doctor Alport las denomina factores de buen pronóstico, a saber:

  1. Buenas relaciones infantiles con los progenitores. Esto es sumamente doloroso, pero los estudios indican que las personas que se expusieron a agresiones, violencia física y verbal por parte de los padres, tienden a tener matrimonios conflictivos y en ocasiones la vida marital semeja la caótica vida marital de los padres.
  2. Adquisición temprana del conocimiento sexual. La ignorancia sexual sigue siendo un factor que corroe la vida marital. Mientras las generaciones sigan  aprendiendo la sexualidad en las calles o navegando en Internet tendrán el pronóstico a cuestas. Los padres deben explicar y brindar los valores sexuales.
  3. Ausencia de diferencias pronunciadas en las actitudes emocionalmente importantes para ambos. Si no me quieren como quiero para que quiero que me quieran, censuraba el poeta.
  4. Comportamiento social armónico y semejante. La vida es para compartir. No es cierto que el caviar y la tortilla congenian, ni el mink y la mezclilla, aunque probablemente ni el caviar ni el mink congenian con el amor. Ante todo, tenemos que aprender a disfrutar y compartir en grande los gustos de ambos. No hacer acto de presencia, no cumplir con el deber, sino disfrutar a granel las actividades preferidas de cada uno.
  5. Libertad de expresión de afecto. En las parejas estables el matrimonio es entendido como un asunto emocional, en el cual el corazón tiene libertad, libertad de acariciar, de besar, de tocar, de acurrucarse, en fin de amar en todo el sentido de la palabra.
  6. Disponibilidad para confiar en la pareja. Si no hay confianza no hay pareja, esa es la piedra angular de toda relación genuina.
  7. Buena adaptación psicológica en general. La vida en pareja exige ante todo que cada uno tenga cierta estabilidad psicológica, que sepa manejar la ira, que no tenga rabietas, que puede manejar los impulsos, que no tenga problemas con el licor o las drogas mayores, que sepa manejar las finanzas, en fin, que tenga la madurez de un adulto, porque el matrimonio no es un juego de niños.
  8. Consentimiento para posponer el matrimonio hasta que ambos se conozcan mejor. Los matrimonios antojadizos, a la carrera, que responden más a Cupido que a un vínculo amoroso estable tienden a evolucionar de manera tórpida.
  9. Expectativas reales sobre la vida marital. Las parejas que viven intensamente la vida marital han entendido que este vínculo es un proyecto de vida y no una forma de evadir la vida, ya sea para evitar los estudios, para salir de un hogar  problemático, para complacer a los padres, para evitar la soledad. Las parejas estables saben a lo que van y entienden las delicias y placeres que derivan de las responsabilidades.

También se ha encontrado que son más estables los matrimonios que se dan después de la segunda década de la vida es decir después de los veinte años. Algunos autores señalan además que el pronóstico es mayor si los hijos llegan después de dos años de vida marital.

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